lunes, 20 de agosto de 2012

CAP.CLXXV.- Recapitulación de ferragosto: "hay caido un hada en mi sopa".


Andaba yo convencido de que la palabra “ferragosto” se utilizaba en Italia para identificar los días más calurosos y pesados de mediados de agosto; en mi composición de lugar, anclado a la absurda idea de que todos los españoles si nos lo proponemos sabemos italiano, pensaba que el prefijo de la palabra – ferra – venía de ferro – hierro –, expresión muy gráfica que describía el calor plomizo de esas fechas, en una ciudad grande, vacía y desolada.

Mi sorpresa ha sido, a poco que he indagado en la Wikipedia, comprobar que mi composición de lugar siendo una metáfora seguramente acertada, tenía poco que ver con la realidad puesto que la palabra ferragosto se deriva del termino latino Feria-Augusta, referida a la fiesta pagana instituida por el emperador Cesar Augusto y que se celebraba en una fecha coincidente con el actual quince de agosto; de este modo se puede afirmar que el ferragosto italiano coincide con las vírgenes de agosto españolas, acumuladas todas en esa misma fecha.

En mi indagación he confirmado que la construcción de mi metáfora tampoco es muy original dado que el cine italiano ha ambientado algunas películas en esa fecha; de las revisadas recuerdo una en la que un cura se queda encerrado con una mujer espectacular en un ascensor sin posibilidad de que ningún vecino acuda a rescatarlos porque todos han huido del calor en una Roma desierta y tórrida – revisadas las notas confirmo que el cura era Alberto Sordi, la joven Stefanía Sandrelli y el director Luigi Comencini.

Ayer regresé a casa después de un mes de plácidas vacaciones; ya me ha pasado otros años, cuando he de hacer parte de las vacaciones fuera del mes de agosto, tengo la sensación de que se está produciendo una terrible injusticia que me obliga a incorporarme al trabajo cuando el resto de los mortales siguen de vacaciones. La sensación se agrava cuando, como ayer por la noche, el termómetro no bajaba de los 30 grados y los pocos vecinos que quedaban en el barrio se empeñaban en poner a todo trapo sus aires acondicionados convirtiendo la madrugada en un tránsito agobiante y ruidoso hacia el amanecer.

La modernidad, la crisis, las nuevas costumbres y estructuras familiares probablemente hayan determinado que casi nadie – excepto los niños y puede que los funcionarios (especie perseguida) – disfrute de un mes completo de vacaciones y, dentro de este grupo muy pocos tienen la suerte de poderlo concentrar durante el mes de agosto, por lo menos eso dicen los sociólogos al analizar nuestros hábitos de ocio y descanso. Pese a lo que digan las estadísticas lo cierto es que ayer domingo por la noche eso de las 10 Barcelona estaba casi desierta y el aparcamiento en el que estaciono el coche estaba en situación de semi-abandono, por lo que bien que mal estas semanas de mediados de agosto convierten a Barcelona, como a otras muchas grandes ciudades, en territorios fantasmas y despoblados, sólo alterados por algunos turistas y por oficinistas, que como en mi caso, han de cubrir guardias de agosto.

Ayer domingo fue un día angustioso – en términos de sensación térmica – casi irrespirable; el fin de las vacaciones obliga de modo casi inconsciente a hacer balance de cuantas de las tareas propuestas se han cumplido: Los libros llegan demediados, al final no he podido leer tanto como me propuse, las barrigas más orondas, el calor pegajoso hace que la ropa se adhiera a la piel y los inevitables quilos de más que suelen arrastrar mis veranos sean casi una losa que no pudiera purgarse durante el largo otoño y el duro invierno que aguarda.

Ferragostino, apesadumbrado y adiposo fui directo a la frutería de guardia para hacer acopio de judías verdes, lechugas, brócolis y demás verdosidades que facilitaran la purga post-estival – luego la realidad es mucho menos severa y en pocos días se comprueba que una vez limitado el consumo de alcohol (cervecillas, tintos de verano y demás libaciones) los tres o cuatro quilos de mas desaparecen casi antes de que llegue la vendimia.

Las pesadumbres de la noche han hecho que regrese a los insomnios o, por ser más preciso, a los “somnios” breves dado que una vez descabezo el primer sueño llego a la vigilia, cargada de tareas pendientes, que me impide conciliar el sueño; en estas vísperas veo que el diletante sigue siendo, casi 47 años después, el mismo niño que no podía conciliar el sueño el día antes de empezar el colegio. En el fondo después de tantos años, nada ha cambiado aunque en este siglo XXI por lo manos en los amaneceres el ADSL va mucho más rápido y las web se descargan a velocidad de crucero.

En todo caso ayer fue día de acopio de verduras y el momento “gourmet” de la mañana se produjo cuando estaba picando un ramillete de perejil fresco, oloroso y crujiente,  toda una tentación para preparar unos tagliattelle con mollejas de pato que nadie quería comer – agobiados por los excesos del verano – pero que todos probaron.

Esta madrugada estaba convencido de que el regreso del diletante a la rutina exigía una receta de verdura y así me lo impuse al recuperar la biblioteca, los recortes de periódico acumulados durante el verano, las notas sueltas y algunas ideas olvidadas de julio; sin embargo los caprichos de la red me han llevado a la página web de una ilustradora francesa – Rebecca Dautremer – que acaba de publicar un libro a propósito de Alicia en el País de las Maravillas. Hurgando por la red en busca de imágenes he encontrado una de una hada dentro de un plato de sopa de guisantes.


Ni mi hada despistada ni la Sra. Dautremer merecían un plato de verdura a estas horas de la mañana, por eso, recordando las obsesiones reposteras de los personajes de Lewis Carroll, me he embarcado en una receta de bizcochos o bizcochitos de almendra y naranja, una receta que había seleccionado del blog Petitchef a principios de julio - http://www.petitchef.es/recetas/postre/bizcocho-de-naranja-y-almendra-fid-1499687?in=nl_daily&nl_id=2475818&utm_source=daily_menu&utm_medium=email&utm_campaign=Menu_email_ovh&utm_content=photo -; puede que la mejor manera de evitar una tentación sea caer en ella, de ahí que como último suspiro calórico de este mes de agosto, me haya atrevido a esta receta para la que se necesitan:

80 gr. de mantequilla (en pomada).

 80 gr. azúcar.

 ralladura de 2 naranjas.

 2 cucharadas ( de las de postre ) de mermelada de naranja.

 3 yemas de huevo.

 80 gr. de almendra molida.

 80 gr. harina.

 4 gr. de levadura en polvo ( tipo Royal ).

 3 claras de huevo.

 50 gr. azúcar.

La receta empieza con un bol en el que hay que mezclar la mantequilla en pomada y el azúcar – aunque en la web consultada no dan indicaciones he preferido utilizar azúcar glaseado -. Con el calor no es necesario pasar la mantequilla por el suplico del microondas, basta dejarla unos minutos a la intemperie para que quede deshecha.

Se mezclan bien el azúcar y la mantequilla hasta que no haya restos de cristales de azúcar en la crema. Cuando estén bien ligados se añade la ralladura de naranja y las dos cucharadas de mermelada de naranja – en mi caso utilizaré una mermelada de naranjas amargas que lleva incorporados trocitos de fruta por lo que seguramente reduciré la cantidad de ralladura de dos a una naranja.

Se añaden también tres yemas de huevo; hay que seguir removiendo con brío para integrar la naranja en la crema, que la masa vaya tomando cuerpo. No va mal para esta operación utilizar unas varillas de madera.

Esponjada la masa se añaden las almendras molidas, la harina tamizada y la pizca de levadura en polvo – los viejos recetarios aconsejan siempre poner también una pizca de nada de sal -. Se termina de remover la mezcla para integrar la harina en la crema. Esos mismos recetarios antiguos recomiendan cubrir la masa con un paño humedecido y dejarla reposar unos minutos a temperatura ambiente para que la levadura empiece con el proceso de fermentación antes de cocerla.

Por esas razones no importa si se ha despistado lo de montar las claras a punto de nieve, se coge otro bol y en ese momento de espera se montan con tranquilidad y una vez montadas se les agrega 50 gramos de azúcar glas para que terminen de coger consistencia.

Ya solo queda mezclar con cuidado las claras con la masa del bizcocho, movimientos envolventes de abajo a arriba para que en la medida de lo posible la mezcla no pierda ni aire ni volumen.

Sin solución de continuidad se pasa la crema a un molde – aquí es opcional utilizar un molde grande de bizcochos de los de toda la vida o esos moldes pequeños de silicona que permiten hacer pequeños bocaditos; la fotografía de la presentación opta por esos bocados que tienen una pinta estupenda.
Horno precalentado a 180º y unos 25 minutos si el molde es de los grandes, 15/20 si se usan moldes pequeños; una vez sube la masa y se comprueba con la punta de un cuchillo que está bien cocida, se saca del horno, se deja reposar unos minutos y se cubre bien con una capa de chocolate, bien con azúcar glas, bien con almendras laminadas o incluso con un poco de mermelada de naranja. Bizcocho a la mesa y fuera agobios de ferragosto.

1 comentario:

  1. Mmmmmmmmmmm

    Me encanta el dulce aunque es lo único que controlo para no redondear mi madura figura.

    He vuelto de tierras andaluzas con el sabor de los "adobos" que me encantan y, de tierras castellanas con los escabeches, que también me encantan.

    Ello me lleva a preguntar a diletante si hay alguna entrada con alguna de estas recetas, porque yo no la recuerdo.

    Por ello propongo que nos deleite con un escabeche, de lo que sea, pavo, atún..... y nos revele los secretos de los adobos esos andaluces. Comí uno de mero que quitaba el sentío.

    LSC

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